"Siempre es un alivio que mis personajes puedan darse el lujo de enloquecer por mí"
(Javier Miranda-Luque)

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esto es un portal de NARRATIVA, integrado por un conjunto de relatos que se van agregando sin periodicidad alguna.

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cibercredo



No logro dar con ella. Puede usar desde la fecha de nacimiento de los brotes más augustos de su árbol genealógico hasta los apelativos almibarados con los que nombra a ambas hijas. El apodo del gato andrógino y ojos de distinto color que me remonta a David Bowie, Alice Cooper, Boy George, los tres juntos mezclados en una licuadora y sus cromosomas clonados por las filosas aspas de acero inoxidable que granizan y despedazan sin discriminar la solidez de las texturas. Sus autores recalcitrantes (el ermitaño gringo que no publica sus manuscritos, aunque habría que ver si realmente ha vuelto a escribir algo legible después de aquella única y prescindible novela sobre el centeno o ese oscuro cultor de la novela negra originario de alguna fría república socialista exsoviética). Cócteles de letras y números. Al derecho y vistas en el espejo, como los rótulos de “AMBULANCIA” que aprecias en el retrovisor imprecando su escandalosa urgencia. Nada. Gesto inútil. Tarea incompleta. Su password de internet no se me da. No se deja. Es mujer que se me niega. Tengo un listado de 156 posibilidades. La mitad ya desechada en intentos previos. Nunca más de dos seguidos para evitar despertar los sistemas de alarma del servidor que pueden invalidar el buzón de correo y ponerme en evidencia. Just 2 and are you shore do you want to quit? Me impaciento por radiografiar sus enigmas. Con quién se escribe. Qué le manifiestan. Nadie es inobjetable.  ¿Dónde oculta sus calaveras, de qué talla? Voy a capturar su privacía y represarla. Reproduciré sus archivos. Intervendré sus comunicaciones digitales. Sustanciaré el expediente de sus delitos ínfimos. Intimidad inexcusable. Tanto como amedrentarle en el sanitario. Esculcar sus micciones y demás desechos orgánicos. Revolver sus tarros de basura en procura de evidencias incriminatorias. Algo notorio finalmente devendrá público. Ropa sucia desmanchada en casa a fuerza de cloro y cepillo, lejía y gruesos guantes plásticos. Domesticidad pecaminosa que se demora en el lar. Se encapricha en los dormitorios. Se voyeuriza en las pantallas rectangulares de los televisores que exhiben existencias impropias. Pereza que inmoviliza aletargando los movimientos y alojando la inercia. El lujo incosteable de la lujuria, vestida de pieles ajenas coleccionables que se adosan a la praxis bélica. Gula obesa, ob(s)es(iv)a, nutriéndose de manjares imaginados exclusivamente por gourmets con hiperactividad creativa. Soberbia, debilidad del carácter, emparentada con la autoestima –en su polo positivo– y los más rústicos mecanismos de supervivencia.  Avaricia de vieja roñosa con urticaria en los bolsillos, numismática compulsión contable magreadora de aritméticas. Ira trastornada en furia de los sentidos, tempestad de bravuconadas meteorológicas que arrasan cuerpos y espíritus, si cupiesen diferenciaciones al respecto.  Envidia que carcome, ácido biliar que circula por venas y arterias intoxicando el cerebro, combustible vital de altísimo octanaje que motoriza el avatar de las civilizaciones.

Invoco la historia en busca de tus abstenciones, adulterios, afrentas, agravios, alevosías, anatemas, apetencias, apostasías, arrebatos, autoindulgencias, azares, blasfemias, brujerías, cinismos, complots, contranáturas, debilidades, delaciones, desfalcos, deslealtades, desprecios, difamaciones, dudas, embustes, envites, escepticismos, excesos, fetiches, frivolidades, hechicerías, herejías, ignominias, impromptus, injurias, incredulidades, infamias, irreverencias, intolerancias, maldiciones, maquinaciones, mezquindades, miserias, nefandos, nihilismos, omisiones, ostentaciones, plagios, premeditaciones, réplicas, sabotajes, sarcasmos, sodomías, supersticiones, traiciones, usuras, vanidades, venganzas, vilezas, zurras.

Consulto libros sagrados que me ilustren en cuanto a tus desaires y desafíos a dioses de diversos alias, deidades negadas a la caducidad impresa en su iconografía, con letras minúsculas (si acaso 3 puntos tipográficos), que ni los abogados perciben, dotados como están de ese enésimo sentido de la trampa que comparten con rapaces y escorpiones. Tablas de la ley, códices, tesauros, biblias, catecismos, coranes, cábalas y toráhs, misales y credos, no me aportan claves para tu destronamiento.

Sumariamente te condeno. Consúmete en la inquisición de mi hoguera. Pero antes confiesa tus atrocidades humanas. Asume tu carne y huesos. Sólo para ti soy Torquemada. Húndete conmigo en la pasión espesa del oscurantismo. Te invito a la Iberia profunda de la edad media. Deseo acostarte en la mesa de torturas. Azotarte con el cilicio. Flagelar tus muslos. Marcar mi escudo heráldico en tu espalda y oler tu piel inflamada. Por mí desnudarás tu sangre en estilizado filigrana de cotizado diseño. Serás el prototipo al que aspiran los cultores de las antiquísimas tendencias de Sade, hoy proclamadas “body modification”, una neo-especie de metamorfoseados ignorantes de Kafka, legión de penitentes anatómicos transmutando dolor en arte, agonía en virtuosismo, cicatrices en señas de identidad personal e intransferible, impostura en exhibicionismo de porno duro con el sexo anestesiado por los efluvios estupefacientes del ego (me rebano, luego existo). Adversarios de su empaque fisiológico, se ensañan cauterizando su impaciencia, vapuleando el establishment de los tejidos, devastando conceptos estéticos de simetría y equivalencia.

Repulsiones matizadas por los ojos que te evitan. Campo de concentración ambulatorio con implante de alambre de púas y cerco eléctrico. Eres tótem del porvenir patibulario. Tatuada tu corteza con el look Marilyn Manson. Revival esperpéntico.

Registro numerosos correos electrónicos a tu-nombre@e-mail.com Te asigno la clave martirio. Con ella te acceso. Envío mensajes suscritos por ti. Te invento una vida en los márgenes. Bordeas riesgos sin exponerte. Rozas el ardor del anonimato inscrito en nicknames. Chateas con personajes siniestros que rivalizan tu arrojo. Autor negro, te ficciono sin más gratificación que el onanismo dactilar. Me desdoblo y adopto tu voz en tiempo real. Me atrevo a tanto bajo tu identidad. El orbe es un teclado que manejas a golpe de red. No reprimas tus instintos. Redirecciónalos. Sobran destinatarios al acecho. Insomnes cibernéticos que juegan solitario. La clandestinidad se disfraza de bufones, monarcas, ahorcados. Billones de naipes a la vez.

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